Per Angeli Castanyer i Fons
(Conferència donada a l’Ateneo Ibero-Americano de París – Dècada de 1950)
Cuando se trata de homenajear a un poeta reconocido cuya implicación literaria no le impide a la vez constituir una fuerte personalidad política, la tentación es grande de intentar deslizarnos subrepticiamente entre una nube de consideraciones abstractas, de ditirambos líricos mas o menos felices, siquiera sea por ver de demostrar a todo el mundo cuán cerca del alma exquisita del poeta hemos sabido situar nuestro espíritu, bien que pueda ser esta también la mejor manera de poder encubrir sobre qué mínimo pedestal de vana inconsistencia habríamos sido capaces de situar así para siempre a nuestro gran poeta querido y admirado. Porqué a fuerza de querer ignorarle como hombre público, como ente social activo y presente, en razón de no se qué otra virtualidad cualitativa más elevada, más elevada por cuanto más pura y recóndita, lo que en realidad habríamos llegado a hacer es esto: vaciar su obra literaria de aquellas sus cualidades propias más íntimas y directas, es decir, privarle de toda trascendencia objetiva realmente auténtica y veraz.
Este podría ser el caso hoy en lo que a mi respecta si, por el contrario, no me apresurara a decir ante todo que, para interpretar correctamente la personalidad literaria de Thous Llorens, lo único que a mi juicio no nos está permitido ignorar aquí es precisamente su condición política, la trascendencia inevitable de una actitud y una responsabilidad bien delimitada ante la cosa pública: al lado o en frente, jamás al margen, de la sociedad que lo ha conocido y lo ha adoptado. Pero es así también que, sobre esta base, la primera consideración práctica a deducir resultaría ser, en cierto modo, una negación: la de que, a causa de una actividad pública casi permanente, la obra específica literaria de Thous Llorens no ha debido ser extensa y homogénea sino varia y dispersa; en realidad, la más indispensable a dejar situada en primer plano aquella otra vocación que, tanto o más que la política, constituyera el nexo profundo de todas sus aspiraciones y actividades; quiero decir, el magisterio público.
Así, para llegar hasta el poeta y comprenderlo, el camino a seguir no habrá de ser precisamente aquel que mejor pudiera conducirnos hasta el recinto amagado de sus evidentes capacidades líricas, sino al más socorrido y fácil de la “petite histoire” normal y cotidiana. Y bien; en ella observamos que si a los diecinueve años Thous Llorens había adquirido ya el titulo de Maestro Nacional, no es esta vocación por la enseñanza pública la que precisamente llegará a practicar en toda su plenitud. ¿Por qué? La razón es simple. Porque en España, por paradoja, un maestro de escuela llevado a ejercer la profesión, lo primero que ha de resignarse a no practicar jamás… es su oficio de maestro; y ello en virtud, o a pesar, de que, por su propia naturaleza, este magisterio público habría de consistir precisamente en propiciar a mansalva la saturación moral e intelectual del pueblo, de un pueblo sobre todo como el nuestro, condenado ya des de la cuna a una confabulación sistemática, organizada, entre un Estado fundamentalmente teocrático y una Iglesia rabiosamente estática, un Estado absoluto y una Iglesia gregaria, anatemita, inconciliable a todas luces, es decir, virtualmente inconciliar o inconcilista.
Interpretar, pues, la ingerencia decisiva de un poeta en nuestra pétrea sociedad no es cosa a mi juicio que pueda resultar extraña a las peripecias mas o menos corrientes y hasta vulgares de la vida íntima; porque el problema que al poeta se le ofrece no es distinto, claro está, del de cualquier otro español sujeto también a tolerar su patria. Así, nuestro poeta, caballero letrado como Quevedo, pero sujeto sagaz como el Lazarillo, ha debido saber muy bien que en España no hay forma de existir si no es dando la sensación a todo el mundo de que se existe de veras… aunque de milagro; porqué existir de veras y milagrosamente consiste en ser poseedor de un capital deliberado de honestidad convencionada, es decir, constante y sonante; y que el único capital legítimo en un país legalmente amoral es el de hacerse asegurar, en nómina pública, el condumio diario, el peculio domestico. Pues bien; es lo que nuestro poeta ha resuelto ya antes de hacer sus primeras armas, sus primeros versos, a sus catorce años justamente, obteniendo por concurso una confortable plaza de oficial administrativo en el Ayuntamiento de Valencia. Tratándose de un español, bien podemos decir que ha sabido poner a tiempo una pica en Flandes. Y esto no es capcioso ni tan vano o pueril como parece; porque es a partir de este objetivo esencial, previo, que un español idéntico a sí mismo puede permitirse el lujo de instalarse definitivamente en la piel sumisa de Sancho Panza o de Don Quijote, el personaje típico que mejor le convenga y más le plazca… puesto que con idéntica lógica y con igual dignidad.
Claro está, nuestro poeta prefiere devenir Quijote; pero un Quijote seguro, verdadero, sin amalgama fraudulentas, tal aquel singular hidalgo, loco y turbulento, pero que acabaría sus días tranquilo y juicioso, entre gente sensata y razonable… dejando a su pobre escudero en la estacada de sus sueños frustrados. No; el quiere ser Quijote como un hombre cabal, es decir, cabal de juicio como un hombre, como un hombre dispuesto a perder totalmente la razón a fuerza de saber discernirla y avalarla como es de ley, deliberadamente, con magno estoicismo, hasta convertirla en sangre de su propia sangre y derramarla a fondo y por doquier, como un regalo, no en pequeñas aventuras más o menos ingenuas y zaragateras, sino en un combate interior duro y permanente, claro y concreto. En una palabra; puesto que ya le es fácil dejar de practicar inútilmente su vocación, hará algo positivo y eficaz: se dedicará a orientar, al margen de su profesión, en franco tirador de la cultura, a todos aquellos aspirantes a maestro que quieran tratar de descubrir, con él, la manera mejor y más segura, aunque más penosa, de enseñar la enseñanza; enseñar la enseñanza tal como él la entiende y la practica: como una entrega absoluta y permanente de la propia riqueza interior, a la vanguardia del progresismo ideológico, sin complejos dogmáticos ni cabriolas pecuniarias, frente a todos los formalismos convencionalistas de la sociedad burguesa, una sociedad vinculada al positivismo más deliberado, adscrita a los principios inmutables del materialismo más rudo y más espeso, principios, claro está, que él, pensador racionalista, espíritu delicado y hombre bueno, no llegará nunca a encontrar ni suficientemente lógicos ni excesivamente justos. Así, Thous Llorens, mentor de maestros, será el animador, a todo lo largo del circulo de sus amistades, tan extenso y tan vario, de una especie de magisterio, si no público, popular; de una comunidad abierta por la enseñanza laica, tarea fascinante en aquella época de analfabetismo organizado, de oscurantismo consuetudinario y legal, que constituiría la punta de lanza de toda acción positivamente revolucionaria o simplemente renovadora: la emancipación del pueblo por la cultura como objetivo esencial, fundamental, a todo trance y por encima de todo; por encima de todo esnobismo culturalista de fachada, de todo exclusivismo dogmático y politiquero; y ello porqué es llegado ya el momento precisamente -así lo proclama él a toda hora- de tomar partido, de hacer una política determinada y determinante de la cultura; en una palabra: de adoptar una actitud pública de idealista responsable, de poeta en acción, poeta a fuerza de descubrir el pecho a la verdad y a la generosidad; de acabar para siempre, si es posible, con ese eufemismo hipócrita de la poesía pura y el arte por el arte y el juicio emergente y la razón equidistante y otras zarandajas por el estilo. Porqué para él está bien claro ya que en todo hombre de letras existe implícito un ente social dispuesto a darse o a venderse, dispuesto a convencer o darse por convencido, según que sea o no artista o intelectual auténtico, es decir, que no deje de ser, además de intelectual puro, hombre limpio y sincero, leal y audaz con sus propias ideas y ante sí mismo. Justamente lo que él es: audaz y leal a todo trance y a prueba de bomba. Nos lo demuestra en todas sus creaciones de orden cultural, tales como
Y es así, en esta amalgama tan difícil de hombre bueno y avisado, frágil y tenaz, idealista y práctico, que podremos llegar a descubrir finalmente nuestro poeta, ese poeta que el pueblo necesitaba y que nosotros también habremos deseado y presentido. Porqué es en medio de esta afortunada coyuntura que Thous Llorens llegará a verse centrado él mismo en sus propias dimensiones, situado automáticamente en el cauce real propio a la personalidad ambivalente que es la suya: a medio camino exacto entre la política y la pedagogía, el arte y la literatura; entre la vocación activa, el sentimiento puro y la noción razonada. Pues bien; esta conjunción ideal que él no ha buscado pero que ha resentido siempre, es la que viene a ofrecérsele espontánea, lógica, normal con el nacionalismo valenciano, el movimiento renacentista que acaba a penas de liquidar sus primeras expresiones timoratas del provincialismo anacrónico de Lo Rat Penat. Es el renacimiento literario y político de la personalidad valenciana, ya viva y orgánica, en que se verá él instalado de pronto como en una refloración maravillosa y definitiva de todas sus fuerzas interiores, como un eco real, cierto, infalible, de todo cuanto dentro de él venia adoptando la forma más limpia, el hálito más puro, la expresión exactamente bella y generosa. Porque ¿cómo sentirse en realidad lógico, justo desde un punto de vista universal y humano, si no es en comunidad total de espíritu con su mismo pueblo, sin coberturas ficticias ni especulaciones vanas de un exotismo frío y estéril? Él, profesor de español, ama escribir en lengua vernácula; porqué es su propia lengua y la lengua que hablan sus semejantes más próximos; ama a su tierra, estribación feliz de horizontes hermanos, pero que es la tierra propia, la más inmediata y la más íntima; y porqué es así, de esta forma directa, entrañable, que él llegará a percibir y asumir los ecos más propicios de otros hombres y de otros pueblos lejanos, de otras voces extrañas pero gemelas que recitan versos terriblemente iguales a los suyos y lloran sus mismas lágrimas, lágrimas de amor y de piedad, de piedad para los pueblos -todos- ignorados, para las naciones -todas- oprimidas. Y es así que un día llegará a percibir, al otro lado del planeta, la voz hermana de Rabindranat Tagore, el rapsoda indio de la voz vindicativa, voz que él hará resonar en las mentes perplejas de aquellos compatriotas suyos que no saben escuchar y no quieren oír:
Rabindranat, mestre, patriota i excels poeta.
En tu venere a lo teu poble
meravellós, pagà i asceta.
A lo teu poble de la jungla verge,
dormida baix el sol…
Si; porqué aquel pueblo, tan lejano en sí mismo y tan distante, tan distante del propio mundo en que apenas vive, también clama el vacío de su gran ignorancia, aletargado en su inmenso sueño, prenda segura del voráz extranjero.
Rabindranat: Benvingut sigues
Dins el sagrat del meu esperit.
D´aquest esperit que es desvetlla
per un deler inconseguit.
En tal foguera com la teua,
ma joventut se sacrifica.
Foguera ardenta de tres flames
que a un temps inquieta i purifica.
Mi juventud se sacrifica. He aquí la afirmación reveladora de un poeta auténtico, ese que estábamos seguros de encontrar; he aquí el haz luminoso que lo fija de pronto y lo sitúa en nuestro espíritu con claridad rotunda.
Flama d´amor pel sacerdoci
de molejar l´esperit infant…
Porqué es esa su vocación, su vocación primera, insustituible, de recrear y moldear las almas a expensas de la suya; el motor ideal que a él le mueve a recrearse también y fundirse en otras mentes, pobres mentes que, por ver abandonadas, él creerá infantiles.
Flama d´amor per nostres terres
amb un bessó deler ingent.
Company de Gandí, esperem l´auba.
També ma terra mira Orient.
Punxa de rosa feridora
que encara embauma la ferida…
Flama d´amor per
de sort i dol, de mort i vida.
Muerte y vida, porque la belleza es armonía obligada entre el dolor y la verdad, la verdad vital, entera, inabatible. Y así, en Thous Llorens el valencianismo no es, como para tantos agentes sucursalistas de las centrales políticas madrileñas, un trampolín de oportunismo circunstancial más o menos cómodo y rentable, ni tampoco, como para otros profesionales como él, un enunciado específico de especulación pedagógica que bien puede ser comprendido y olvidado simultáneamente. No; en él, el valencianismo es consubstancial; es todo y todo acción; todo lo que él piensa y todo cuanto ama; todo en cuanto él cree y aspira, fundido y confundido, profundamente y sin esfuerzo; y así, cuando habla al poeta amigo, tan lejano, es con el tono seguro de quien se sabe escuchado de su propio pueblo y en el espíritu mismo de un combate igual y de causa idéntica.
D´aquest esperit que te contempla
clos en l´ambient de la ciutat,
d´aquesta urbs de l´artifici,
d´activitat irresoluta,
sense el lirisme que sustenta les rotatives de Calcuta.
Ah, que son duros como roca firme estos sutiles versos que él quizás no habrá lanzado mas que por verlos perderse como una leve emanación de su espíritu, duros por demasiado ciertos para ser perdidos y olvidados. Porque es claro el artificio en que se escudan los políticos aletargados de esa su bella ciudad dormida, dormida bajo el sol, una ciudad frustrada que él quisiera liberar -pobre poeta!- a fuerza de lírica razonada, de racionalismo ilusionado, entre el clamor ingente de un mar de rotativas que cantaran a un tiempo la gracia y la virilidad de su pueblo libre, su pueblo ya recuperado, propio, dueño de sus destinos. ¿Dueño de sus destinos? ¡Casi nada! Un sueño, sí, realmente, un verdadero sueño de poeta, de poeta soñador que le da por creer y confiar en los otros hombres, en la comunidad de espíritu de todos aquellos que su gran ciudad alumbra y protege; de esos hombres repletos de convicciones cívicas, pobres poetas todos que un día, como tantas veces al largo de su historia, habrán de ser vencidos y arrollados, escarnecidos, por las hordas criminales de la reacción totalitaria, esa confabulación internacional del capitalismo a ultranza que en julio del 36 dirá continuar -y no sin razón- la historia de España, de
Como era de rigor Thous Llorens es condenado y encarcelado; como todo hombre de espíritu que ha tomado partido abiertamente por la democracia republicana; como todos los caballeros andantes que no han querido dejar de ser poetas de verdad. Fuera, en la calle, los otros, los poetas pancistas que se dicen puros, los emergentes y equidistantes, cantarán las glorias del Caudillo y verán el condumio asegurado. Thous Llorens tendrá que sobrevivir y hacer sobrevivir su poesía milagrosamente. ¿Milagrosamente? Sí; porque eso es nada menos lo que se le ocurre hacer con su lógica infalible. Puesto que él debe callarse irremediablemente ¿porqué no hacer hablar las piedras? En efecto, ¿qué otra cosa podría decirse de ese verdadero monumento poético suyo dedicado a
esplèndid oasi on la vista descansa
i on l´esperit en crisi, troba nova gaubança;
aquel oasis de columnas que emergen -dice- como palmeras plantadas en lo más intimo de la huerta…
La columna-palmera que el brancatge sustenta
i que munta serena, elegant i valenta.
Tan valiente y tan serena, tan idéntica al propio espíritu del poeta que
té l´anhel salomònic palpitant en la soca
i s´enrulla amb la gràcia de no fer-se barroca…
Claro que no. Jamás él podría consentir ser una alma barroca, él, tan resto y tan fino, tan claro y tan firme. Que si
Floró florit en eixe mateix lloc;
més que buidat per un humà cisell,
sembles quimera que com un tomell
ha germinat en el clavill d´un roc.
I es allí, entre aquellos muros solemnes, que él, náufrago hermético, dice, descubrirá en silencio profundo pero alado que viene a quebrarse caprichosamente entre las piedras
com la randa marina que entre rocs se desfà.
Aquel silencio, es el de su propio espíritu atormentado, el silencio ominoso de su bella ciudad vencida, vencida como tantas veces lo fuera y por las mismas gentes extrañas y con los mismos cómplices de dentro. Pero que fuerte se siente él así, sumido en su tremenda soledad, su soledad tan rica de floraciones duras, duras como las piedras que ahora le envuelven silenciosas. Y qué lejos están ya aquellos días luminosos en que el poeta habrá querido contemplar desde un avión aquella su ciudad tan querida, en un magno equilibrio de todos sus resortes íntimos, libre y feliz.
Equilibre blaníssim …
Suspensió ideal …
D´alt, més prop, el sol nostre de migdia;
Des de mi -no baix de mi- l´alba ciutat,
I, al costat, tot creixent, eixamplant-se, combant-se
El Mar.
El Mar!
Reflecte i transparència, espill y finestral.
Evadit de
estic immers en llum per tots costats.
I com quan més m´eleve,
duc més en mi la meua ciutat!
Soc al punt de l´atmosfera
on sura, condensat,
L´alè que s´evapora
-gesmil, pebrella, alfals, llenç net y terra humida-
del “bouquet” valencià.
Equilibri blaníssim …
Planejant, planejant,
guie estols de gavines
sobre el mar.
No, no me corprén ser Icar
si, volant,
arribara a besar-te ara
oh mar!
Sobre el talem blaníssim
de ta meravellosa efloració abisal.
Però no;
vaig segur entre ales,
en el bell punt del fiel, equidistant:
horitzontal, oblicu, però sempre,
sempre equilibrat!
Si, esto fue Thous Llorens, el hombre y el poeta: un maravilloso ejemplo de altura moral y de equilibrio: En todas las órdenes. Naturaleza delicada, frágil, fue sin embargo un prodigio de integridad y consistencia. Bondadoso y sencillo, irradiaba una autoridad determinante. Avaro de su propia formación, se preparó con denuedo a todas las contingencias y no hubo actividad de cualquier orden literario y político en la que él no acoplara y se distinguiera siempre por su originalidad y eficiencia. Originalidad y eficiencia. Esa podría ser su calificación más adecuada. Porque, en el fondo, toda su actividad venia a resumir, como punto de partida, una actitud, un criterio original que obligaba a los otros a moverse y superarse. Y que implicaba sobre todo una condición previa incuestionable: el propio sacrificio; sacrificio que para el consistía, por ejemplo, en escribir versos únicamente cuando hallaba que no tenia otra cosa mejor, más eficaz que hacer. Y de publicar sus versos solo si se hacia indispensable: por nutrir una publicación o animar un espectáculo. Decía: “Un verso editado puede muy bien no ser leído; la poesía que yo practico y suministro diariamente en el partido, en la conferencia, en el mitin, ante amigos y adversarios, en comunión directa con los alumnos, esa no hay más remedio que avalarla y asumirla”. Cuando a fuerza de ruegos, en 1931, recién proclamada
Ja sobre els camps d´Iberia
Per tot arreu esclaten
Els fruits que són el símbol
De pàtria llibertat;
I mentres altres cullen
Els fruits de la victòria,
El poble de Valencia
No deu estar parat.
Poesía esta clara, rotunda, eficiente, de un profesor de maestros que escribe para el pueblo y únicamente para el pueblo, desdeñando éxitos fáciles y honores vergonzantes, comprometiendo en todo momento su bienestar económico normalmente asegurado. En el declive de su vida, los Amigos de
Càlida calma. Crema l´aire
En el migdia de l´estiu,
Amb sa fermesa i son bell caire,
les torres s´alcen junt al riu.
Cóm és que hi resten serenes
I amb tanta majestat?
És que fa guàrdia en les almenes
L´ànima en peu de la ciutat?
Decididamente es un poeta que no tiene remedio. Poeta i ciudadano, íntegro y trascendente; tanto, que su trascendente integridad no podrá resistir el golpe esporádico y banal, el suceso imprevisto con que no contaba un combate glorioso y permanente como el suyo. Un día, la capital levantina se despertará entre los estragos de una riada que inundará sus calles de lodo y miseria. Nuestro poeta, ya enfermo de gravedad, debilitado en extremo, no podrá resistir el tremendo espectáculo y acabará apagándose poco a poco, de dolor y tristeza, antes de que la ciudad haya podido recuperarse.
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Maximilià Thous Llorens: Poeta amic, company fervent en els dies inoblidables de la germandat valencianista: ja no sé si he degut creure´m digne de retre´t homenatge davant els nostres conciutadans, tots aquells lluitadors com tu que, lluny de la terra, ressenten avui el teu esperit inimitable, tanmateix com enyoren cada dia i a tothora el goig perdut de la terra amada, de la nostra pàtria, anorreada, esclavitzada, plena de fang i de misèria íntima, malgrat els signes exteriors d´una riquesa aparent que mai ni a ningú podrien enganyar; però, per concretar-me, per resumir la veritat d´aquest humil homenatge a la memòria teua, deixa que ara puga jo reprendre al teu indret aquells mateixos versos que un dia vares voler tu adreçar-li a aquell poeta que llavors va ésser símbol de les teues pròpies virtuts i dels teus grans delers:
Rabindranat:
El teu nom líric
Sura intensíssim en l´espai …
Més que tu muigues, el seu eco
No podrà perdre´s enjamai!