En què o en qui creuen els nostres bisbes?
És curiós que aquesta pregunta que es fa el teleòleg José M. Castillo coincideixi en la que es fan molts ciutadans, no sobre els bisbes, sinó sobre els dirigents dels partits polítics quan constaten certes actituds contradictòries dels seus representants. I aquesta similitud en la pregunta explica més que grans dissertacions que a l’època en la qual vivim l’opinió pública –abans dèiem el poble- cada vegada adquireix més importància, la qual cosa obliga a la gent amb sentit de la responsabilitat, ja siguin teòlegs catòlics, militants polítics o simples ciutadans a ser més exigents amb els seus dirigents. I segurament en els dos casos, en política com en religió, les respostes per part dels dirigents són similars.
Però veièm primer que ens diu Josep M. Castillo abans de continuar:
“Hace unos años, se hizo famoso un film que llamó la atención de mucha gente: “El silencio de los corderos”. Una historia patética que analizaba la extraña personalidad del doctor Lecter, un siquiatra desquiciado, amalgama de dos facetas contradictorias. Por una parte, el hombre culto, refinado, de modales exquisitos. De otro lado, el “alter-ego” de este tipo desajustado, cínico, manipulador, que castiga sin piedad a quienes dan muestras de “malos modos”. Pues bien, si recuerdo aquí esta historia y el poder destructivo que tal historia contiene, es porque “el silencio de los corderos”, me evoca una de las experiencias más fuertes que estamos viviendo en estos días. Me refiero, no ya al “silencio de los corderos”, si al “silencio de los pastores”, utilizando el título que se asignan a sí mismos los obispos. Estos hombres que, como el mencionado doctor Lecter, aparecen, ellos ambién, como una amalgama de dos facetas contradictorias: el refinamiento de los modales exquisitos y la manipulación cínica del que va por la vida castigando los “malos modos”.
Todo esto viene, como anillo al dedo, para ayudarnos a pensar lo que estamos viendo y viviendo desde el día en que el PP ganó, con mayoría absoluta, las últimas elecciones generales. Ante todo, porque no puede uno quitarse de la cabeza esta pregunta molesta: ¿cómo se explica que la opción política más afín a la Iglesia sea la que peor trata a los pobres,a los inmigrantes, a los sin papeles y sin techo, a todos aquellos, en suma, que fueron los más cercanos al que la Iglesia considera como su fundamento y su modelo, Jesús de Nazaret? Es duro afrontar esta pregunta. Porque, aparte otras consideraciones, es una cuestión que inevitablemente lleva derechamente a otra pregunta aún más incómoda y desagradable. Quiero decir: ¿en qué religión creen los que siguen defendiendo la gestión del actual Gobierno de España? Y, lo que es aún más fuerte, ¿en qué o en quién creen nuestros obispos?No estoy sacando las cosas de quicio. Basta leer los evangelios para darse cuenta enseguida de dos cosas: 1) Lo que más le preocupó a Jesús fue el problema de la salud de la gente, sobre todo de la gente pobre. Prueba de ello es que rara es la página de los evangelios en la que no se habla de enfermos y de curaciones de enfermos. 2) Jesús relaciona constantemente la fe con las curaciones. “Tu fe te ha curado”, dice una y otra vez el Evangelio. La fe en Jesús se traduce en salud. Es interminable la lista de textos que sería necesario recordar aquí. Lo cual quiere decir que el que tiene fe, lo primero que hace es procurar, por todos los medios que tenga a su alcance, para que el problema de la salud sea lo más eficaz posible y alcance, sobre todo y ante todo, a la gente que más lo necesita. Exactamente lo mismo que hizo Jesús. Por supuesto, nosotros no podemos hacer milagros. Pero sí podemos exigir a los gobernantes que la atención sanitaria esté debidamente garantizada, ante todo, para quienes más la necesitan. Más aún, cuando los gobernantes de este país, desde su mayoría absoluta, le han metido la tijera a todo lo que se les ha ocurrido, sobre todo a las partidas presupuestadas para los más pobres y desamparados, ¿cómo se explica el silencio de los obispos sobre este asunto concreto precisamente? ¿Por qué se callan en esto, que es tan grave? ¿Por qué ahora justamente dan pie para que se hable tanto contra los homosexuales y su apremiante “curación”? ¿No es sospechoso que hayan desviado la atención hacia el problema de los gays y lesbianas cuando nos hemos enterado de que la partida del presupuesto que se destina a la Iglesia ha quedado intacta? Yo sé que en la Iglesia hay muchos obispos, cientos de sacerdotes y legiones de laicos cristianos que no están de acuerdo con estas cosas. Pero también es cierto que quienes más poder tienen, en esto de la religión, son los que deciden lo que se dice y lo que no es “prudente” decir, ni “se debe” decir. ¿Por qué dejan que las cosas sigan así? Es mucha la gente que en España se hace estas mismas preguntas. O preguntas, sin duda, mucho más graves y apremiantes. Por esto precisamente, porque se trata de un silencioso clamor popular, por eso digo estas cosas. Porque es mucho lo que me importa la Iglesia. Y porque sé que la Iglesia sigue teniendo fuerza y poder ante la opinión pública. Yo me pregunto qué habría pasado en España si los obispos en pleno se hubieran plantado ante la reforma del mercado laboral, los recortes en educación y sanidad, las duras decisiones que se han tomado contra los inmigrantes… ¿Estaríamos como estamos? ¡Qué ocasión está perdiendo nuestra Iglesia para clamar, como clamaban los profetas antiguos, que no hay derecho a hacer las cosas que se están haciendo! Por eso, porque me importa tanto el dolor de los pobres y el descrédito de la Iglesia, por eso clamo, como voz en el desierto, ¡Basta ya!
J.M. Castillo,
teòleg, ex jesuïta
Al nostre entendre, allò que garanteix la pervivència de la Fe –a part òbviament no existir una resposta racional misteri de la creació, són les estructures de l’Església. Unes estructures que si es confirma l’evolució assenyalada de l’opinió pública cada cop seran menys eficaces i poden fins i tot esdevenir contraproduents . Però cal reconèixer que abans d’arribar a aquest situació haurà de passar molt de temps.
Aquells cristians que avançant-se al temps justament i prescindint de de les estructures de l’Església, confien únicament en la fe per evangelitzar el món a la manera dels primers creients, la única cosa que demostren és que són millors cristians que els gerarques de la seva Esglesia. No els s’ha de sorprendre però, que considerant innecessari ’instrument Església i posant així en evidència els seus representants, que aquests es defensin i els excloguen. L’Església no els necessita. L’Esglesia solament necessita fidels, exactament com els partits polítics.
En el cas dels partits polítics, als militants els mou la idea de que la democràcia necessita dels partits i són conscients de que tot altre sistema que pretengui prescindir-ne ha demostrat històricament que és pitjor. Evidentment que en aquest context, per a un ciutadà, deixar de votar al partit que representa la seva ideologia o inclús abandonar la ideologia, no representa cap trauma metafísic. Ja d’entrada té assumit el terreny en que es mou, un sistema inventat, imaginat i gestionat per la ment humana, amb tota la seva grandesa i totes les seves insuficiències.
En el cas de la religió, prendre consciència de les febleses i contradiccions dels mateixos “representants de Déu sobre la terra” ha de representar un trauma que pot aacabar posant en dubte que la mateixa religió sigui d’inspiració divina i arribar fins a fer perdre la pròpia fe.